domingo, 2 de octubre de 2011

Cómo ha retratado el cine chileno a Valparaíso

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domingo 2 de octubre de 2011

Sus habitantes son marginales y desencantados, y la nostalgia es pan de cada día en sus cerros. Un nuevo libro revela cómo se reconstruye la geografía y el carácter del puerto principal.

Romina de la Sotta
Pese a sus múltiples cerros, a las escaleras infinitas y sus metros y metros de fachada continua, lo arquitectónico no parece ser lo más importante. Tampoco el Pacífico, los oficios portuarios, o la pobreza a "pata pelá". En el cine, al menos, Valparaíso ha sido reconstruido de una manera muy distinta a las postales de Sernatur. Es lo que concluye un estudio financiado por un Fondo Audiovisual y plasmado en el libro "Valparaíso, más allá de la postal. 50 años de cine chileno: 1960-2010" (Ediciones Universitarias de Valparaíso).



Allí el periodista Claudio Abarca recorre todos los largometrajes de ficción que se ambientaron en el puerto durante medio siglo, y los documentales "A Valparaíso" (1962), de Joris Ivens, y "Valparaíso" (1999), de Marcela Said. Y suma entrevistas a una decena de cineastas.

Pero hubo filmes que no pudo incluir: "Regreso al silencio" (1967, Naum Kramarenco), "Farewell, Isla Negra" (1991, Hernán Garrido) y "Tres noches de un sábado" (2002, Joaquín Eyzaguirre), porque no consiguió copias. "Hay películas recientes, sobre las que el director te dice 'no sé quién pueda tener una copia'", reconoce Abarca.

Desencanto total

"Esta ciudad tiene una existencia muy fuerte en nuestro imaginario. Al oír 'Valparaíso', te imaginas de inmediato la bahía, los ascensores y cerros. Saber cómo capturar esa atmósfera tan particular sin clichés es difícil, pero la mayoría de los cineastas lo logra", dice Abarca.

Pese a la amplia diversidad de géneros, biografías, lenguajes y trayectorias de los cineastas antologados, todos sus filmes reconstruyen el puerto a partir de rasgos idiosincrásicos y geográficos. Abarca explica: "Prácticamente todos los personajes son personas extraviadas, en lo mental o lo emocional. Desencantados que perdieron la oportunidad de sus vidas. Es una ciudad donde la gente lo ha pasado mal".



La marginalidad palpable de los niños que vagan por el puerto en "Valparaíso, mi amor" (Aldo Francia, 1969) adquiere otro rostro veinte años después, en "Consuelo" (Luis Vera, 1988). "El personaje de Manuel -Sebastián Dahm- vuelve a su querido Valparaíso desde el exilio en Suecia y encuentra un puerto patético. '¡Qué hicieron estos milicos con mi ciudad!', dice", comenta el periodista.

Muchos de los protagonistas, agrega, viven completamente aislados, incluso por voluntad. "El odioso don Arnaldo -Rafael Benavente- de 'La Luna en el espejo' (Silvio Caiozzi, 1990), está encerrado en su casa y añora el pasado. Y el Gordo, que interpreta Ernesto Beadle, es un miedoso controlado por un papá que está postrado en cama. Este mundo claustrofóbico y puertas adentro, Caiozzi lo hace más fuerte al contraponerlo con manifestaciones vitales como el organillero y el vendedor de mote".



El desapego se repite. Desde Katy -Manuela Martelli-, de "B Happy" (2003, Gonzalo Justiniano), hasta Montalbán -Benjamín Vicuña- de "Fuga" (Pablo Larraín, 2006) y la fotógrafa mexicana de "El Brindis" (Shai Agosin, 2007).

Abarca profundiza en "Amelia Lopes O'Neill" (Valeria Sarmiento, 1990): "Trata sobre una mujer que tiene como misión de vida serle fiel a un hombre que le dice que no se quiere casar con ella, y que termina siendo una especie de fantasma".

La nostalgia, que cruza todos los filmes, habla del estancamiento de este puerto declarado Patrimonio de la Humanidad. "Los personajes están incómodos con el presente. Se dice que Valparaíso vivió una época de gloria a fines del siglo XIX e inicios del XX, y que después del Canal de Panamá empezó a decaer y se estancó. Y esto de no haber logrado reconvertirse se traspasa al cine", apunta Abarca.

La imagen más lóbrega del puerto, sostiene, es la de "Amnesia" (Gonzalo Justiniano, 1994). "Da miedo. Se reencuentran un sargento -Julio Jung- y un cabo -Pedro Vicuña- que habían convivido en un campo de tortura en dictadura. Justiniano no muestra el puerto, ni el mar ni los ascensores. Es el Valparaíso antiturístico".

Cerros y senderos

La geografía es el otro eje que reconstruye el puerto en el cine. "Cuando los cineastas se concentran en los cerros, hablan de una vida de barrio amigable, y cuando se quedan en el puerto mismo, lo hacen porque es un espacio menos propicio para las relaciones afectivas".

El cine, dice, da cuenta de una sensación común de que en Valparaíso cada recorrido se puede hacer de una manera particular. "En la secuencia inicial de 'Amelia Lopes O'Neill', Igor, el mago -Sergio Hernández-, luego de vestirse en su casa, baja en bicicleta por un cerro. Al espectador le queda la sensación de que baja por un mismo sendero, sin embargo fueron descensos por cerros distintos, unificados en el montaje", apunta el periodista y asegura que también en "Valparaíso" (Mariano Andrade, 1994) y "La luna en el espejo" se presentan trayectos imposibles.

Porque más que materialidades, la geografía posee un carácter reconocible. "'Las Tres Coronas del marinero' (1983, Raúl Ruiz) no la filmaron en Valparaíso, sino en Lisboa. Se puede prescindir de los espacios físicos más característicos de la ciudad, e igual todos sabemos que es Valparaíso", remata Abarca.

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Lunes 24 de octubre de 2011

Libro rescata la imagen de Valparaíso en medio siglo de cine chileno
Escrito por el periodista porteño Claudio Abarca, comprende cerca de 20 títulos entre 1962 y 2007.



por Jorge Letelier

Cuatro niños abandonados tratan de sobrevivir en las calles. Una mujer fallecida es recordada entre pasajes y escaleras eternas. Una cándida mujer mayor se fotografía en un muelle. Una adolescente le hace frente a la vida, tras salir de la cárcel.



Como fotografías hermanadas, estas situaciones y personajes resumen parte de lo que ha sido Valparaíso para el cine chileno: una ciudad vital y caótica, violenta y nostálgica, mágica en su arquitectura. En una frase, un decorado irresistible. El ejemplo de Valparaíso, mi amor, Amelia Lopes O'Neill, La luna en el espejo y B-Happy, son parte del análisis que el periodista porteño Claudio Abarca realizó bajo el título de Valparaíso, más allá de la postal, donde rescata el imaginario que la ciudad ha reflejado en el séptimo arte local.

"Después de Santiago, Valparaíso es lejos la ciudad más representada. Hay algo allí. Me interesaba descubrir qué dicen estos cineastas, cuál es el imaginario que descubren, cómo lo capturan, cómo lo recrean", explica Abarca, quien lanzará su trabajo el 6 de noviembre en la Feria del Libro de Santiago.

La investigación, apoyada por el Fondo de Fomento Audiovisual 2010 y publicada por Ediciones Universitarias de Valparaíso (EUV), se detiene en cerca de una veintena de filmes desde la fundacional A Valparaíso (1962), documental de Joris Ivens que examina las desigualdades sociales del puerto, hasta El brindis (2007), de Shai Agosin. No se trata de un asunto de calidad, sino de un ejercicio de interpretación sobre cómo diversos tópicos conocidos sobre la ciudad son desarrollados por los cineastas.

Por ello conviven desde el clásico porteño Valparaíso, mi amor, de Aldo Francia (1969), al drama con toques de thriller de Amnesia, de Gonzalo Justiniano (1994), pasando por Fuga, de Pablo Larraín (2006), y el inadvertido policial Límite, de Nicolás Juillian (2006).

"Hay tópicos que están predeterminados, como la bohemia, la cultura popular, el aspecto miserable y la pobreza de la ciudad", explica Abarca. "El tema de la nostalgia también es muy fuerte, así como el exilio y la noción laberíntica de sus calles", resume.

El autor destaca los documentales A Valparaíso, de Ivens, y Valparaíso, filme de Marcela Said, realizado en 1999 para la TV francesa. En estas cintas, la complejidad de la ciudad y sus contradicciones son tratadas de forma integradora, dice el autor.

Otros títulos resaltados en el libro son La luna en el espejo, de Silvio Caiozzi (1991), donde la nostalgia cobra forma en la construcción de una urbe idealizada, y Las tres coronas del marinero, filme que Raúl Ruiz hizo en Portugal sobre el tema del exilio y la imagen mítica del puerto. Por sobre todo, Abarca destaca a Amnesia, el filme de Justiniano sobre dos militares unidos por un crimen del pasado, y en que aparece una ciudad reconfigurada, "hostil y llena de desconfianzas, donde el laberinto no es un reflejo de la arquitectura, sino que de gente extraviada. Está muy bien hecha y no apela al cliché", remata.

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