lunes, 18 de abril de 2011

En busca del Valparaíso del 900

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lunes 18 de abril de 2011

Arqueología musical:

Proyecto de conservación patrimonial va al rescate de 1.400 partituras chilenas de entre 1887 y 1950.




Iban a ser 115 kilos de papel puestos a la venta sin ninguna discriminación, ni resguardo patrimonial. Cuando la Casa Amarilla cerró las puertas de su sede en Valparaíso en los años 90, un depósito de antiguas partituras fue a dar momentáneamente a la bodega de una ferretería porteña. Pero como nadie las reclamó, serían material para reciclaje.

Es casi un milagro que un funcionario del Fondo Margot Loyola se haya enterado en el momento preciso de esta desgraciada transacción. "Así se evitó la venta de esas valiosas partituras y después logramos que se efectuara la donación", dice Cecilia Astudillo, conservadora del Fondo Margot Loyola, entidad que la nonagenaria investigadora folclórica creó en la Universidad Católica de Valparaíso una vez que se retiró de la docencia.

Un equipo de Astudillo trabaja en dos proyectos de conservación patrimonial, gracias al financiamiento, equivalente a unos US$ 35.000, que obtuvo de la Universidad de Harvard y de la British Library, ambas dedicadas al rescate de archivos en peligro.

El proyecto escudriña en la música del Valparaíso "del 900" (nombre con que se le conoce al paso del siglo XIX al XX), en dos frentes. Uno está orientado a la recuperación de esas 1.417 partituras, y otro a la digitalización de 107 discos de victrola (de 78 rpm), donados por Osvaldo Cádiz, folclorista, académico y marido de Margot Loyola.

"Se trata de la música que se escribió, tocó, escuchó y distribuyó en el viejo Valparaíso. Colecciones de tonadas, cuecas, valses, tangos, marchas, mazurcas, polcas y música norteamericana como el foxtrot , el shimmy y el one step , que eran muy populares en Chile. La más antigua data de 1892: 'La paloma' del compositor Sebastian Iradier", cuenta Astudillo.

A pesar de su antigüedad y de la humedad a que fueron sometidas, las partituras están en muy buen estado. Astudillo lo asigna a la calidad del material: "El papel sobrevivió cien años". El trabajo de conservación consiste en una limpieza de tierra y hongos, para luego escanear en alta definición cada página (los archivos estarán disponibles en internet en el sitio margotloyola.ucv.cl). Los originales se guardan en cajas y carpetas libres de ácido, en el depósito con humedad controlada de Cerro Recreo (para protegerlos de una eventual inundación en el plan).

Los discos, en tanto, se procesan con el software Soundbooth. El programa permite no sólo la digitalización del fonograma a un máster en formato wav, sino también la limpieza de la "papafrita", el chirrido natural de la aguja sobre el surco que le da identidad a la música del 900. "Le sacamos un porcentaje de ese ruido. No todo. La gracia es que suene como un disco antiguo", señala Astudillo.

Hay grabaciones que datan de 1910, realizadas por sellos como RCA Victor y Odeon, que dominaron la industria en la época de oro de la música típica y la canción melódica: Los Cuatro Huasos, Los Huasos de Chilcolco, Las Hermanas Loyola, Ester Soré, Los Provincianos, el Dúo Rey-Silva, Los Estudiantes Rítmicos, Elenita Carrasco e incluso canciones interpretadas por ese fundador llamado Osmán Pérez Freire.

"Lo más sorprendente fue encontrarnos con mucho material de la celebración del Centenario. Se reeditaron partituras del Himno Nacional y vendieron nuevas canciones dedicadas a esa fiesta. También hay una cueca para el Wanderers, escrita por Alberto Mery, un compositor que no conocíamos. El Wanderers es el primer equipo de Chile, y nació en Valparaíso. Bueno, en Valparaíso empezaron muchas cosas. Y la música aquí también es patrimonial".
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