viernes, 1 de abril de 2011

Desde el km 0

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Más Deco n° 411
sábado 26 de marzo 2011

Sobran los adjetivos. Los ha tenido por montón a través de su historia. Desde basural, charca, pasando por elegante, perfumada, un parque con aires afrancesados decían, hasta hoy, en que ciertamente ha sido controversial. En sus 470 años, hacemos un paseo a través de la historia de la llamada Plaza Mayor, cuasi Plaza de la Independencia y hoy Plaza de Armas de Santiago.

por: Carolina Cristi /Fotos: Gentileza Museo Histórico Natural/ Archivo fotográfico Biblioteca Nacional/Cenfoto
Explanada estéril


Plaza de Armas

Desde la época en que Pedro de Valdivia fundara Santiago a las orillas del cerro Huelén -hoy Santa Lucía- y que el alarife Pedro de Gamboa trazara el plano damero con la Plaza Mayor -luego renombrada Plaza de Armas- en su centro, hasta incluso pasada la Independencia, su carácter no varió. Era un sitio cuadrado polvoriento en verano y un barrial en invierno por las lluvias y las continuas crecidas del río Mapocho. Solo una fuente de agua rodeada de los edificios más importantes marcaban el punto de inflexión.

Lento embellecimiento

El cambio que dio inicio a un proceso paulatino de embellecimiento de la plaza fue en 1835, cuando se empedró y se colocó la Pila de Rosales, por orden del intendente Caraveda. Luego vino la instalación del emblemático monumento de mármol de Carrara "A la libertad americana". En 1848 se instala el alumbrado de gas, tanto en la plaza como en los portales de los edificios colindantes, dejando atrás la iluminación pública con velones. En términos de arquitectura de paisaje fue en 1855 cuando se observó un jardín circular y cuatro fuentes simétricas dispuestas a mitad de cada cuadra. Luego, con la llegada de Benjamín Vicuña Mackenna a la Intendencia, en 1872, se logró darle un carácter de jardín urbano e iniciar una época de hermoseamiento tal cual como había ocurrido en las calles parisinas de la mano del barón Hausmann.

El esplendor del siglo XX

Se avecinaba el cambio de siglo y ya se oía de los preparativos de conmemoración del centenario de la república. Una de las grandes transformaciones de la ciudad fue el nuevo rediseño del paisajista francés Guillermo Renner. Se dejó atrás el trazado circular e incluso la hora de cierre. Desapareció la reja que protegía el jardín central. La remodelación implicó sacrificar añosos árboles para instalar el kiosco de música y varios asientos, ensanchar las áreas verdes y los senderos. Se incluyó la replantación de varias especies nativas de manera irregular, lo cual creó un diseño moderno y sinuoso, en el que la vegetación la convertía en un lugar de cambio permanente y se enfatizaba su esencia de encuentro. El año 1986 la Plaza de Armas y las construcciones a su alrededor fueron declaradas Zona Típica.

"Hacia el siglo XX, la Plaza de Armas vuelve a adquirir gradualmente un rol más abierto y dinámico", concluye Leonardo Mellado González, historiador y subdirector de extensión en el Museo Histórico Nacional.

En el 2000


Plaza de Armas actualmente

Aprovechando la inminente construcción de la ampliación de la Línea 5 del Metro, a fines de los noventa se transformó la Plaza de Armas por petición del alcalde de Santiago de la época, Jaime Ravinet, quien llamó a concurso público en conjunto con el Colegio de Arquitectos. El proyecto lo desarrollaron Rodrigo Pérez de Arce, Álvaro Salas, Leonor Camayo y Sebastián Bianchi. Los árboles centenarios se reemplazaron por decenas de palmeras chilenas de 200 años, a lo cual siguió el cambio del antiguo odeón por una construcción de cobre. "El diseño articula los dos modelos de plaza que están presentes en su historia: la plaza teatro, vacía y dura, y la plaza jardín. El modelo ha sido validado por su uso cotidiano y la convocatoria masiva. Las explanadas han puesto en valor las edificaciones históricas. Ningún otro espacio público combina la función representativa, la carga de uso permanente y la vocación en el imaginario urbano", dice Pérez de Arce. En la opinión del arquitecto y docente de la Universidad Central René Martínez, "la última remodelación perdió el carácter de la plaza típica chilena. Incluso, aunque el concurso exigía no tocar los árboles se taló la mitad por lo menos, dispusieron especies que no dan sombra y el orden no existe. Al recorrerla, hay que hacerles quite a los objetos", puntualiza.

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