miércoles, 3 de febrero de 2010

Líos de familia: la oscura historia detrás del edificio de El Mercurio

lanacion.cl

Por José Morgado / LND
Se ha hablado bastante del millonario proyecto que levantará una torre de oficinas en la intersección de Morandé con Compañía, donde por 80 años corrieron editores y reporteros para despachar las páginas del decano. Es la parte linda del negocio. Sin embargo, la iniciativa también arrancará una hoja del árbol genealógico de los Edwards. María Carolina Carmona, la sobrina que Agustín entregó a un orfanato londinense, figuraba hasta hace poco como propietaria de casi la mitad del terreno. Ahora ha quedado al margen, como siempre quiso el propietario de El Mercurio.

Domingo 31 de enero de 2010 LND Reportajes
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Kike Morandé pronto cumplirá diez años al aire en Mega. Su compadre Álvaro Salas le aconsejó que bautizara su programa como “Morandé con Compañía”, aludiendo a la céntrica intersección santiaguina. Fácil de memorizar. En esta exitosa década, en que enterró el trauma de su última etapa en Canal 13, el animador ha establecido el nombre de su show como sinónimo de juerga, pachanga y acaloradas modelos. El concepto entró al inconsciente popular. La famosa esquina ya no se vincula a los tribunales de justicia. Tampoco a El Mercurio, que por más de 80 años despachó sus páginas desde ese lugar. Sin embargo, al interior de la familia Edwards, propietaria de la empresa periodística, Morandé con Compañía representa el último vestigio de la historia que más se ha empeñado en ocultar.



El viejo edificio mercurial hoy sólo conserva su fachada. La cáscara apenas se sostiene. Pocos transeúntes se detienen en la estructura, salvo uno que otro turista que dispara fotos hacia el elefante blanco en cuyas desaparecidas dependencias corrieron reporteros y editores entre 1902 y 1983. No le queda mucho tiempo en este estado.

Los Edwards decidieron deshacerse del inmueble el año pasado. La empresa Banmerchant ya comenzó los trabajos en este paño, uno de los más codiciados filetes inmobiliarios que quedaban en el centro, para construir una torre de oficinas de diez pisos. La iniciativa incluye supermercado, patio de comidas y otras tiendas comerciales, además de 500 estacionamientos que aliviarán la congestión vehicular del sector.

La hermosa Sonia Edwards Eastman siempre se rebeló al mandato de su hermano Agustín. Incluso apoyó la estatización de “El Mercurio” durante la Unidad Popular.

El gerente general del proyecto, Germán Ilabaca, asegura que “será una remodelación que le va a dar harto movimiento al sector. Hoy está este hoyo, y así y todo pasan 27 mil personas al día”. Como la fachada está protegida por la Ley de Monumentos Nacionales, todas las innovaciones, que demandarán 40 millones de dólares, se ubicarán en su interior, tal como lo hizo Sud Americana de Vapores en la Plaza Sotomayor de Valparaíso.

Esta transformación también arrancará una hoja del árbol genealógico de los Edwards. Según consta en el registro del Conservador de Bienes Raíces de Santiago, la mitad del inmueble de Morandé con Compañía fue heredado en 1985 por la fallecida Sonia Edwards Eastman, la hermana díscola de Agustín, el mandamás del clan.

En 2003, tras la muerte de Sonia, esa porción quedó a nombre de María Carolina Carmona Edwards, su hija menor y protagonista de un triste episodio que probablemente se cerrará con la nueva construcción.

La hermana díscola



La hermosa Sonia Edwards Eastman siempre se rebeló al mandato de su hermano Agustín. Incluso apoyó la estatización de “El Mercurio” durante la Unidad Popular

Sonia, bella y deportista, siempre desordenó el esquema de Agustín, quien, gracias a la cultura de mayorazgo arraigada en la familia, tenía el “deber” de mover todos los hilos del clan, desde la rutina doméstica hasta los negocios. Pese a la oposición de su hermano, Sonia ingresó, a comienzos de los ’60, a la Escuela de Sicología de la Universidad de Chile.

Con un fracaso matrimonial y dos hijos a cuestas (Nicolás y Dominique Berthet), la rebelde joven se impuso la misión de sacar la carrera adelante y, de paso, romper la burbuja en que había crecido. En el libro “Cara y sello de una dinastía”, Mónica Echeverría cuenta que para Sonia no fue fácil insertarse en un medio en que había mucha gente que criticaba la línea editorial de El Mercurio. A sus compañeros tampoco les caía bien que arribara al campus en autos lujosos. Tenía problemas en sus dos mundos. Sin embargo, con el tiempo, pudo acoplarse a la vida universitaria y generó importantes lazos de amistad, sobre todo con alumnos de pensamiento de izquierda. Renegando de su abolengo, Sonia, según la investigación de Echeverría, luego se incorporaría al MIR.

Cuando Sonia quedó embarazada de Carolina, Agustín Edwards la envió a Inglaterra para pasar el “bochorno”. Después entregó la guagua a un orfanato. Foto: Mario Ruiz.

Cuando Sonia quedó embarazada de Carolina, Agustín Edwards la envió a Inglaterra para pasar el “bochorno”. Después entregó la guagua a un orfanato. Foto: Mario Ruiz

En esos años se enamoró profundamente de su compañero Alfredo Carmona. Al quedar embarazada, Agustín obligó a su hermana a que viajara a Inglaterra para ocultar esta situación, que consideró bochornosa. La familia la internó en una clínica en Londres, donde dio a luz a una niña. Al despertar, Sonia se enteró de que Agustín se había llevado a la guagua y la había dejado a cargo de una nodriza. Sobre este episodio, Mónica Echeverría explica a LND que “Sonia fue una víctima más de Agustín Edwards. Le quitó su hija. Eso todos lo saben”.

Sonia regresó con esa terrible amargura a Chile. Por años tuvo que resignarse ante el cruel mandato de su hermano. Muy afectada sicológicamente, Sonia recurrió a su nueva pareja para dar con el paradero de su hija. Así dio con ella en un orfanato en Londres.

María Carolina Carmona Edwards se incorporó tardíamente al lecho familiar. Tenía cuatro años cuando se reencontró con su madre. Sonia ya era otra. En plena Unidad Popular, mientras Agustín mantenía contactos con la administración de Richard Nixon para que Estados Unidos ayudara a hacer trastabillar el gobierno de Salvador Allende, Sonia apoyaba públicamente la posibilidad de estatizar El Mercurio, participando incluso en la histórica toma del edificio de Morandé con Compañía, acto que fue convocado en protesta por la línea editorial impuesta por su hermano y director. Echeverría recuerda que la toma duró menos de un día, “porque Allende les dijo que por favor se retiraran porque no quería que en el extranjero pensaran que él estaba en contra de la libertad de prensa”.

“El Mercurio miente y sigue mintiendo”, declaró Sonia en esos agitados días tras el despido de un grupo de periodistas sin razón aparente. La defensa no era un antojo: la díscola Edwards pertenecía al Frente de Trabajadores Revolucionarios de los Medios de Comunicación en representación de los empleados del diario de su familia. Los vínculos de Sonia Edwards con la izquierda incluso se mantendrían durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Valiente y cariñosa

“Sonia fue una persona tremendamente valiente, muy cariñosa”, señala Lucía Sepúlveda, periodista y ex mirista, a LND. En los inicios del régimen militar, Lucía y su marido (Augusto Carmona, asesinado en dictadura) pasaron a la clandestinidad y no tenían dónde establecerse. Aprovechando su apellido, Sonia consiguió fácilmente un arriendo para que la pareja estuviera más tranquila.

Tras la muerte de Augusto, la pista se puso más pesada. “Hubo una serie de detenciones en la zona que yo estaba trabajando, por tanto, me quedé sin casa y con una hija de cuatro años que cuidar. Ahí nuevamente apareció Sonia, que estaba dispuesta a ayudar a toda hora”. El apoyo esta vez fue directo: la mirista se fue a vivir a la casa de la hermana de uno de los hombres más influyentes durante el régimen militar.

Para que su presencia en la parcela de La Reina pasara inadvertida, Sonia le dijo a todo el mundo que Lucía era su bibliotecaria. Como la mirista tenía un buen manejo de inglés y Sonia tampoco era muy visitada por su familia, la coartada funcionó a la perfección. Sepúlveda recuerda que durante esos duros años, en que vivió con el constante miedo de que la fueran a descubrir, logró hacerse muy amiga de Sonia.

“Yo rescato especialmente su valentía y solidaridad, su cariño con los niños, especialmente con mi hija. Los juguetes que tenía para sus nietos, se los regalaba a mi hija”. Aparte de sus cualidades personales, a Lucía siempre le llamó la atención el gusto que tenía su amiga por el arte de la cultura mapuche, que destacaba en la decoración de su casa.

Sonia no sólo ayudó a sus compañeros de izquierda. También se dedicó a trabajar con niños enfermos de cáncer y con gente pobre a través de aporte económico y apoyo sicológico. “Ella hizo un trabajo muy lindo también con los niños del Hospital Calvo Mackenna. Sonia iba como voluntaria a ayudar a los niños con cáncer. Todas las semanas, no sólo un par de veces”, recalca Sepúlveda.

Sonia sufría del mal de Alzheimer. A medida que avanzó su enfermedad, la mujer fue perdiendo independencia. Terminó muy sola en una casa de reposo. Sobre este triste final, Sepúlveda lamenta que “ella empezó a perder la memoria por su edad. Yo traté de llegar a ella, pero me fue imposible. Nunca pude saber en qué casa de reposo estaba, porque la familia la escondió. Ninguno de sus verdaderos amigos, que no teníamos nada que ver con su familia, pudimos acercarnos, porque no teníamos forma de saber dónde estaba”.

La hermana díscola falleció el 2 de febrero de 2003. En el obituario de El Mercurio se omitió su ayuda a personas como Lucía Sepúlveda y lógicamente también sus discrepancias con Agustín. La nula aparición de su verdadera historia motivó a Mónica Echeverría a escribir el único libro que ha retratado el lado más oscuro del propietario del decano de los medios de comunicación a nivel local.

Si bien en el Conservador de Bienes Raíces de Santiago figura Carolina Carmona como una de las propietarias del terreno de Morandé con Compañía, en la página web de Tesorería sólo aparece su tío Roberto Edwards Eastman. Para establecer cómo se repartió la herencia de Sonia y de qué manera se cerró la transacción que permitió la actual intervención inmobiliaria, este medio contactó a Nicolás Berthet, hijo de su primer matrimonio, quien dijo que no quería hablar del caso “ni con usted ni con nadie”. Cuestión de familia.


EL CLAN Y SU ROL POLÍTICO

Según Mónica Echeverría y Ricardo Nazer, la familia Edwards ha tenido activa participación política en la historia de Chile. Tres son los hechos más relevantes en que esta dinastía, comandada por el Agustín de turno, influyó en el curso de las situaciones políticas:

► La revolución de 1891: Edwards Ossandón financió, desde el autoexilio, gran parte de la revuelta en contra del Presidente Balmaceda.

► El primer gobierno de Carlos Ibáñez del Campo: La familia Edwards actuó en contra del primer mandato de Ibáñez, también desde el autoexilio.

► El gobierno de Salvador Allende: Es el hecho más conocido de intervención de la familia Edwards. Desde el autoexilio en Estados Unidos maquinó la constante propaganda en contra de la Unidad Popular.

FAMILIA EN DECADENCIA

El primer Edwards en pisar tierra chilena fue George, un joven cirujano de 27 años que venía en un barco de contrabando desde Inglaterra en 1808. Según el historiador y académico de la Universidad Alberto Hurtado Ricardo Nazer, George provenía de “una familia corriente en Inglaterra”. Asimismo, aclara que la dinastía comenzó cuando el patriarca “se instaló en La Serena, se casó con una mujer de la aristocracia y tuvieron un hijo: Agustín Edwards Ossandón, quien llegó a ser el hombre más rico en la historia republicana de nuestro país. Entre 1830 y 1878 formó una fortuna como banquero, especulador y empresario minero”.

El primer Agustín se casó con Juana Ross y de ese matrimonio nació el segundo de la dinastía, Agustín Edwards Ross, quien fue el único heredero al morir a temprana edad su hermano. Agustín II, más que enfocarse en ganar dinero como su antecesor, se dedicó a consolidar un poder político y decidió establecerse en Santiago para tener el prestigio social que buscaba. En esa tarea de tener control político, según Nazer, Edwards Ross compró fundos (para controlar votos de los campesinos) y El Mercurio para tener incidencia en la opinión pública. Agustín Edwards Mac Clure tomó el relevo tras su muerte. El historiador explica que esta generación, en general, se dedicó a vivir del prestigio y el dinero ganado por sus antecesores. Vivieron en Europa. Como el costo de vida era tan alto, hipotecaron algunas propiedades. Con los problemas del siglo XX, en 1920 perdieron la mitad del banco de la familia y casi el diario, en medio de peleas entre hermanos.

En 1941, murió Edwards Mac Clure y dejó sólo un hijo de descendencia: Agustín Edwards Budge, quien conservó una parte del banco y mantuvo el patrimonio periodístico e inversiones en sociedades menores. Tuvo cuatro hijos: Agustín, Sonia, Roberto y Marisol.

“Agustín Edwards Eastman, actual controlador de El Mercurio, perdió el Banco de A. Edwards en los ’80, y si en la dictadura no le hubieran pagado sus deudas, también posiblemente hubieran perdido El Mercurio, sintetiza Nazer.

El historiador de la Pontificia Universidad Católica (PUC) Cristián Gazmuri, declara que “los Edwards ya no son lo mismo. Aún son muy ricos, pero no tienen las riquezas de antes”. Gazmuri agrega que si bien han perdido poder económico, “aún tienen El Mercurio, lo que les da un poder político enorme”.

Nazer es más lapidario: “En la actualidad, los Edwards son más un mito que una realidad. Son una familia en decadencia”. A su juicio, el futuro de la familia no se ve muy promisorio dado que “los Edwards tienen problemas, porque su fuente de dinero y poder son los medios de comunicación, pero no supieron, en los últimos años, modernizarse y asumir los cambios. Por ejemplo, debieron haber invertido para tener un canal de televisión o tener intereses en las empresas de TV cable”.


Se invertirán 40 millones de dólares en la construcción de la torre de oficinas, que además contará con supermercado, patio de comida y otras tiendas comercial

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